Countries<Spain<Comunidad Valenciana<Quesa< Castillo de Quesa
Located to the east of the hermitage of the Cross, the castle of Quesa sits on a rocky and steep enclave, strategic place from where the transit towards the lands of the interior up the Escalona riverbed was controlled.
Of Muslim origin, its construction dates back to the first centuries of the second millennium. The walls that can still be seen today reveal what was once the keep and the watchtower, as well as the cistern that presides over the inner courtyard, carved into the rock, and which supplied water to those who sought refuge in the fortress.
Throughout the centuries, the castle of Quesa changed hands depending on who dominated the town. In May of 1356, during the Christian era, Pedro de Jérica agreed to sell the castles of Navarrés and Quesa for 160,000 sueldos in Valencian reals to María de Cardona, wife of Alfonso Roger de Lauria. Arrived in the seventeenth century, under the ownership this time of Luis Castellá de Vilanova, the Moorish rebels to comply with the expulsion orders of Philip III presented battle in the mountains of the interior of La Canal, making the mistake of not defending the fortified square of Quesa. Archaeological studies documented remains of charcoal in the lowest stratigraphies, which demonstrates that the fort suffered a devastating fire in the past. On March 23, 1748, the earthquake that devastated the area must have dealt the last blow to the fortress, definitively depriving it of life.
Walking today at the foot of its walls, the visitor can recognize among stones and bushes, the remains of those who once populated the fort. Purple and green ceramics take us back to past times, show the way of life and, in turn, the pampered place puts before the visitor's eyes the privilege of views that certainly have not demerited with the passing of the centuries.
The castle was burned, as evidenced by the remains of charcoal that appear in the lower layers of the earth, the stones of the walls were removed and used in the fifties-sixties for the construction of roads in a nearby olive grove.
Of this small fortification only scattered remains of wall foundations, a tower, some outbuildings and the cistern are visible.
There is a legend that, from the interior of the castle, a gallery descends to the village, where the Arabs went out to escape the siege to which the Christians had subjected them, the truth is that in several houses, and always in the same line, the ground has sunk on several occasions, discovering a long gallery that was lost in the direction of the nearby orchards.
Ubicado al Este de la ermita de la Cruz, el castillo de Quesa se asienta sobre un enclave rocoso y escarpado, lugar estratégico desde donde se controlaba el tránsito hacia las tierras del interior remontando el cauce del Escalona.
De origen musulmán, su construcción se remonta a los primeros siglos del segundo milenio. Los lienzos de muralla que todavía se observan adivinan lo que en su día fue el torreón y la torre vigía, así como el aljibe que preside el patio interior, esculpido en la roca, y que abastecía de agua a los que buscaron refugio en la fortaleza.
A lo largo de los siglos, el castillo de Quesa fue cambiando de manos en función de quién dominaba la villa. En mayo de 1.356, ya en época cristiana, Pedro de Jérica acordaba la venta de los castillos de Navarrés y Quesa por 160.000 sueldos en moneda de reales valencianos a María de Cardona, esposa de Alfonso Roger de Lauria. Llegados al siglo XVII, bajo la titularidad esta vez de Luís Castellá de Vilanova, los moriscos rebeldes a cumplir las órdenes de expulsión de Felipe III presentaron batalla en las montañas del interior de La Canal, cometiendo el error de no defender la plaza fortificada de Quesa. Estudios arqueológicos documentaron restos de carbón en las estratigrafías más bajas, lo que demuestra que el fuerte sufrió un incendio devastador en el pasado. El 23 de marzo de 1.748, el terremoto que asoló la zona debió de asestar el último golpe a la fortaleza, despojándola definitivamente de vida.
Paseando hoy a los pies de sus murallas, el visitante puede reconocer entre piedras y arbustos, los restos de los que un día poblaron el fortín. Cerámicas violáceas y verdes trasladan a épocas pretéritas, muestran el modo de vida y, a su vez, el mimado lugar pone ante los ojos del visitante el privilegio de unas vistas que sin duda no han desmerecido con el devenir de los siglos.
El castillo fue incendiado, como lo demuestran los restos de carbón que aparecen en las capas bajas de la tierra, las piedras de las paredes fueron arrancadas y aprovechadas en los años cincuenta-sesenta para la construcción de calzadas en un campos de olivos cercano.
De esta pequeña fortificación tan solo son visibles restos dispersos de basamentos de muralla, de una torre, algunas dependencias y el aljibe.
Existe la leyenda de que, desde el interior del castillo, desciende una galería hasta el pueblo, por donde salieron los árabes burlando el cerco al que los tenían sometidos los cristianos, lo cierto es que en varias casas, y siempre en la misma línea, el suelo se ha hundido en varias ocasiones, descubriéndose una galería larga que se perdía en dirección a las huertas cercanas.